Mi problema

Son muchas las reflexiones que después de una conversación fruto de un problema ajeno se convierte mi ser en el problema también, una mirada cómplice con rubor en el rostro hubiera sido suficiente para cualquier persona perspicaz, la madurez no es suficiente para pensar tan claro ni la claridad de la racionalidad tampoco ayuda.

Hasta que punto es sabio el descifrar cual será la lógica al problema, o el temor a equivocarse con un espacio de tiempo para su correlación, incluso siendo lo mas probable hablarlo me pregunto cuales son las palabras y el carisma para que el mensaje llegue sin daño a su receptor, la mente y el sentir han sido desde siempre como el agua y el aceite, pero a pesar de ser así se puede llegar a ceder desde adentro a uno de los bandos, esto me lleva hacerme otra pregunta racional cual debe ser de estos el mejor, además existe otra que dice si uno de estos es el mejor cabe preguntarse pero para qué.

Es un juego que tiene muchos matices de azar y soy un poco más explicito, como rompecabezas el camino que uno escoja llevara a un fin pero entre estos caminos esta el azar jugando cual niño travieso, ahora estos caminos que recorremos y por donde dejamos huellas se transforman en recuerdos, se dice que existe un juez universal que critica nuestros actos en la tierra, desde mi punto vista no existe tal cosa porque uno mismo se convierte en el juez, siempre y cuando se tenga aquella mente abierta y reflexiva que también creo la tenemos todos. En mi juzgado he sido muy severo conmigo mismo muchas de las huellas dejadas no debían haber sido pisadas.

La soledad, el hermetismo de mi personalidad, y ese corazón frío cosechado en estos pocos años han hecho que ese día el problema ajeno se convierta en mío, y que mis movimientos en el rompecabezas influidas por el azar determinen que mi respuesta a esta situación me lleve al bando de la racionalidad y buscar las palabras para que mi mensaje llegue a su receptor y poder en cierta parte no borrar las huellas dejadas sino que camuflarlas pero recordarlas para no volver a pisarlas.