En un borde me sente y mire el atardecer caer...

Me senté en el borde de un muro a ver como pasaba la tarde, con la sombra de un árbol la frescura de la brisa se hacia cada vez mas deliciosa. Veía un futuro no muy lejano mientras los últimos rayos de sol daban en el horizonte un sabor a calmo. Me acompañaba una melodía misteriosa de origen italiana, hasta eso el cielo ya se pintaba de azul.

Con la brevedad que es la vida aquella tarde la disfrute en un pequeño sorbo de necesidad, no importaba ni deberes, ni problemas, ni ilusiones, ni alegrías, ni nada. Y continuaba la melodía llenando en esa parte amarga que llevo, como esponja sin límites de deseos.

Seguía sentado en aquel muro y ahora observando la inmensidad del espacio adornado de sus lucecitas palpitantes como si fuesen latidos de un recién nacido. Las virtudes del entendimiento no podrán nunca explicar lo que en ese momento, lo en ese momento sucedió así de fácil como se oculta el sol en cada ocaso del día.

Me levante y continué hasta que termine el muro como algún día se terminara mi vida, pero al cruzar la calle encontré un portón grande donde sin pensarlo me senté de nuevo y ahora a esperar el alba desde ese frío no solo de afuera sino también de adentro.

Robin Ronquillo

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